Época: Mesoamérica
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1000

Antecedente:
La civilización maya



Comentario

Los mayas concebían el cosmos como una estructura dividida en tres niveles. En la parte superior se encontraba la bóveda celeste, sostenida por los Bacabs, donde tenían lugar los principales fenómenos astronómicos, en particular el recorrido diurno del sol. En el nivel intermedio se asentaba el mundo de los hombres, en el que se desarrollaban todos los aspectos de su vida cotidiana; en este sentido, la tierra era concebida como una gran superficie cuadrada, cuyas esquinas se orientaban en la dirección de los puntos cardinales, donde se situaban los pauahtunes. El nivel inferior, situado bajo el agua, era ocupado por el inframundo, o Xibalbá. En este tenebroso lugar se libraba una despiadada lucha del sol, después de su recorrido diurno por la bóveda celeste, con los seres y deidades infernales, a las que vencía reiniciando así su travesía por el nivel superior del universo.
Los dioses eran numerosos y complejos, adquiriendo forma humana o de animal. También tuvieron carácter sagrado los seres inanimados y las sustancias que pueblan el mundo natural, siendo frecuente su personificación por medio de extrañas cabezas zoomorfas, monstruos, que documentan la importancia religiosa de las cuevas, los ríos, los cuerpos astronómicos y otros fenómenos.

Todo este mundo de creencias tuvo sentido con la aplicación de un complicado ritual, que adquirió una vital función política destinada a sancionar la desigualdad social. Los sacrificios humanos, en especial los rituales de decapitación emparentados con la práctica del juego de pelota, los ritos de extracción de sangre, las ceremonias funerarias, danzas y procesiones fueron empleados para dar sentido a una religión muy compleja, construida por los dirigentes mayas para sostener una sociedad jerarquizada.

El desarrollo de los conocimientos científicos fue una tarea ligada a la clase dirigente. De la amplia cantidad de ellos debemos destacar la existencia del sistema escriturario más complejo del Nuevo Mundo, que se compone de signos pictográficos, logográficos y fonéticos en una cantidad que se aproxima a los 800 glifos. La escritura fue realizada sobre múltiples materiales, y se aplicó a estelas, dinteles, altares, objetos de jade, concha, hueso, y se pintó en cerámica o sobre analtés, largas tiras plegadas de corteza de árbol que formaron los códices mayas, de los cuales hoy sólo se conocen cuatro: el Códice de Madrid, el de París, el de Dresde y el denominado Grolier de Nueva York.

Muchos de estos signos tuvieron un significado real, de manera que documentaron la vida de la élite, adquiriendo una naturaleza histórica, pero otros se refieren a cálculos aritméticos, calendáricos y astronómicos. El sistema de cuenta maya era vigesimal, donde los numerales se expresaban por medio de puntos -un punto equivale a la unidad- y barras, para expresar el cinco, y mediante signos cefalomorfos. El descubrimiento del 0 fue fundamental, ya que a partir de él se hicieron cálculos muy amplios mediante un sistema posicional. También el calendario fue muy elaborado, fijando una fecha inicial -10 de agosto de 3113 a.C.- a partir del cual se computaron los días. Las unidades calendáricas más comunes fueron las siguientes: Baktún 144.000 días, Katún 7.200 días, Tun 360 días, Uinal 20 días y Kin 1 día.

El mecanismo utilizado por los mayas del Clásico para datar los acontecimientos históricos es el denominado Cuenta Larga o Serie Inicial. En cuanto al registro diario necesario para construir la Cuenta Larga consistió en un mecanismo de combinación de dos calendarios, que se denominó Rueda Calendárica. Consta de dos ciclos, uno denominado Tzolkin, que combina 13 números con 20 días hasta un total de 260; y otro llamado Haab, de 18 meses de 20 días cada uno, más otro mes adicional de 5 días, correspondiéndose con nuestro calendario solar de 365 días. La unión de ambos ciclos da lugar a la Rueda Calendárica, un periodo de 52 años de 365 días. Junto a ellos, se conocieron y usaron los ciclos de la Luna, Venus, las Pléyades y otros cuerpos celestes, los cuales fueron integrados mediante jeroglíficos a este complicado sistema calendárico.